Desigualdad social, intolerancia y violencia

No cabe duda que a cada una de nosotras nos afectaron los atentados del 11 de septiembre de alguna manera. No existe justificación alguna que pueda utilizarse para poder explicar la barbarie cometida, en tanto que en un atentado por encima de todo están las vidas humanas que se pierden y se ven afectadas directamente por los hechos. Pero es obvio que, atentados contra la vida humana se están produciendo a diario en alguna parte del mundo. Lo impactante del mismo, es que se realizara a la mayor potencia mundial con lo que conlleva de modificación en la concepción de diferentes cuestiones como la seguridad, la vulnerabilidad, la intolerancia, etc.

A partir de entonces, y casi como reacción inmediata, se produjo una distinción maniquea entre los buenos y los malos identificando a todas aquellas personas de origen árabe y de religión musulmana como los malos y al resto del mundo como los buenos.

A pesar de que se realizaron declaraciones en el intento de no caer en el estigma, ello ha producido en nuestra sociedad occidental determinadas reacciones que unidas al incremento de la llegada de inmigrantes, estemos viviendo en algunos puntos de nuestra geografía brotes xenófobos que identifican fundamentalmente a los inmigrantes de origen árabe y religión musulmana como personas no deseadas.

Sobra decir que en todas partes hay de todo, que nuestra historia nos une a los vecinos marroquíes, principal país de origen de la inmigración que llega a España, que aunque nos cueste entender su cultura, no podemos ni debemos identificarla como negativa, hemos de realizar un esfuerzo por acercarnos al igual que lo han de hacer todos aquellos que deciden fijar su residencia en nuestro país.

No podemos olvidar que las razones para emigrar no son simples y que la situación en la que viven muchas de las personas que deciden hacerlo dista mucho de lo que nosotros conocemos. Parten de una situación de desigualdad social con respecto al primer mundo. Sus necesidades básicas, las libertades, la capacidad y posibilidad de mejorar en la mayoría de los casos se ven mermadas sino anuladas. Y en el mundo de la globalización, parecen tener menos posibilidades de salir de su situación aquellos que menos tienen si no es con la concienciación, la condonación de deudas y el apoyo para el desarrollo sostenible y el aporte presupuestario de aquellos que están situados en una mejor posición.

Si bien se puede decir que en las personas o sociedades que viven situaciones de precariedad existen factores que influyen para que los valores sean diferentes que en aquellas que gozan de una mejor situación, no es menos cierto que, en aquellas sociedades avanzadas cuyos valores aparentemente son sólidos, también se producen hechos, de resultado similar,  que nos hacen repensar en la solidez de los mismos.

Por ejemplo, el valor de la defensa de la vida humana parece que está más enraizado en las culturas occidentales avanzadas, el hecho de pertenecer al primer mundo hace pensar que como sello identificativo está la defensa de la vida y la defensa de los derechos humanos. Pero cada uno lo entendemos de diferente forma.

De todos es conocido que en la mayor potencia mundial, EEUU, no está abolida la pena de muerte en algunos estados; que en él “conviven” 40 millones de pobres, que este mismo país es el protagonista, en nombre de la defensa de las libertades, de ataques a poblaciones indefensas en las que se pierden muchas vidas…  es probable que se pudieran poner más ejemplos.

En el camino de la globalización, unos seguirán adelante y otros simplemente no. Los que no lo hagan, sencillamente, dejarán de estar y esto implica que no tendrán voz, se fortalecerá la dualidad social de la que ya estamos siendo testigos.

Esto también puede calificarse de violencia, aniquilar en silencio los derechos de millones de personas que se están quedando sin voz y que ven condenada su existencia a una supervivencia miserable y no únicamente aquella que arremete física o verbalmente  contra las personas.

Para dejar de hablar de desigualdad social hemos de partir del principio de justicia social y para ello se han de dar determinadas situaciones como premisas de partida. Las situaciones que pretenden ser objeto de dicha justicia y que se suponen como problemáticas han de ser reconocidas como tal por todas las partes implicadas y tomar la decisión al respecto en cuanto a su posible solución. Por otro lado, los protagonistas y por ello se entiende afectados, han de tener voz y ser escuchados. Si tenemos en cuenta que gran parte de las poblaciones en situación de precariedad están perdiendo su voz por encontrarse en un mundo globalizado tenemos que reconocer que nos estamos alejando de alcanzar la justicia social.

Quienes aún tienen voz en ese mundo subdesarrollado están siendo sometidos a una intervención que quiere conseguir que sus planteamientos logren una convergencia con los planteamientos y valores del primer mundo. La tolerancia pasaría por respetar las culturas, los planteamientos y las formas de vida de todos y cada uno, buscando los puntos en común que nos pueden hacer crecer y avanzar a todos; la intervención de la que he hablado anteriormente puede ser vivida por muchas personas como una forma de violencia hacia sus culturas, violencia menos apreciada por las poblaciones occidentales desarrollada.

En definitiva, el poder económico y político, la situación de partida de cada uno de nosotros y nuestra cultura hacen que los valores de igualdad social, tolerancia y no- violencia sean diferentes.

Este artículo fue publicado en la Revista Profesiones editada por Unión Profesional. Monográfico dedicado al atentado del 11S, 2002.

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