De la caridad al Estado de Bienestar

Publicado originalmente en el blog Iniciativa Social y Estado de Bienestar en 1997

Introducción

Analizar los orígenes de la solidaridad nos permite comprender como evolucionan las diferentes formas de afrontar los problemas sociales, y que papel juega la iniciativa social – si es que tiene alguno – en los distintos momentos históricos, cuáles han sido sus formas de intervención y como hemos llegado a la situación actual.  Conocer los errores del pasado nos puede ayudar a superar los del presente y adivinar hacia donde nos dirigimos.

Debemos tener en cuenta, que distintas formas de intervención aparecen en diferentes momentos históricos como evolución de las anteriores, aunque esto no quiere decir que desaparezcan totalmente.  En un mismo momento conviven diferentes tipos de intervención con mayor o menor fortuna.  Por ello, en la actualidad, frente a intervenciones innovadoras, conviven organizaciones que desarrollan acciones en el más puro estilo caritativo o benéfico como si el tiempo no hubiera pasado por ellas, perpetuando de esta manera, acciones de otras épocas.  Sin embargo, a escala popular cuentan todavía con la admiración social y de los medios de comunicación, y en ocasiones con un apoyo entusiasta de diferentes Administraciones, que las recompensa con publicidad e importantes subvenciones.

Edad Media

En un primer momento, la ayuda a los demás se desarrollaba a través de la familia y de las relaciones de buena vecindad (Casado y Guillén, 1986)[1].  Es la solidaridad vecinal o familiar quien actúa cuando un ciudadano tiene problemas.  Se ayuda en el cultivo, a reconstruir una vivienda dañada, a la viuda que no tiene medios de subsistencia, o se acoge a esos huérfanos que han perdido a sus padres.  Sin duda, la solidaridad vecinal continua en la actualidad desempeñando un importante papel, aunque ya no de un modo exclusivo.

Otra forma de protección, típica de esta época, no basada en las relaciones de buena vecindad o familiares, son los gremios.  Estos eran corporaciones formadas por los maestros, oficiales y aprendices de una misma profesión u oficio, regidos por unos estatutos u ordenanzas especiales.  Los gremios establecían mecanismos de protección a los afiliados ante situaciones de necesidad por medio de cuotas aportadas por los miembros.  Sólo tenían derecho a beneficiarse de estas prestaciones sus miembros, que contribuían al mantenimiento del gremio.  Es la forma que se conoce como previsión.

Los señores feudales también daban cierta protección y refugio a los vasallos que formaban parte de su feudo, pero por otro lado, contribuían a su explotación sistemática.  Quizás por eso, como forma de aliviar esa explotación proporcionaban una leve protección social a sus vasallos, graciable, sin ningún criterio preestablecido, al total capricho del señor y basadas en unas relaciones de sumisión.

Pero, en este periodo, debemos destacar especialmente las acciones caritativas, cuyos beneficiarios no eran los miembros de una familia, un feudo o un gremio, sino los excluidos que no estaban sujetos a la protección de los sistemas anteriores.  La caridad era ejercida por los ciudadanos dando limosna, los ayuntamientos mediante albergues y casas de misericordia, o las organizaciones religiosas con sus hospitales eclesiásticos[2].  Estas formas caritativas, hoy superadas, estaban ligadas a sentimientos religiosos y piadosos, siendo fundamentalmente la Iglesia quien se ocupaba de la atención de pobres y marginados, ayudada en su labor de nobles movidos por sentimientos piadosos y religiosos (López, 1986)[3].

Tienen origen también en esta época, las primeras leyes respecto a la pobreza.  La pobreza molesta a la colectividad, por tanto, intentan impedir la mendicidad al pobre que consideran válido para trabajar y que, por diversas razones no lo hace, su reincidencia en la mendicidad llevaba incluso al sufrimiento de penas.  Los pobres eran tratados igual que si fueran ladrones u otro tipo de delincuentes y condenados a castigos similares.

Edad Moderna

Progresivamente se va reduciendo la protección feudal y eclesiástica, comenzando a tomar cuerpo la beneficencia pública.  La beneficencia pública, a diferencia de la caridad, no es ejercida por la Iglesia o por ciudadanos con medios económicos, el protagonismo principal pasa a ser ocupado por los ayuntamientos.  Esta acción pública tiene dos caras, por un lado trata de reprimir la pobreza y la mendicidad ampliándose la legislación represora de épocas anteriores; por otro, se comienza a pensar que el hombre desvalido no puede quedar a merced de las ayudas de sus semejantes, ni de las instituciones y, por tanto, se necesita establecer una ayuda social pública que pueda cubrir las situaciones de necesidad.  Este interés cristaliza en las leyes de beneficencia, siendo el ayuntamiento de Brujas en 1526 el primer organismo público que convierte la asistencia caritativa a los pobres en el primer plan municipal de beneficencia pública (Heras, 1988)[4].

La beneficencia supone una forma de superación de la caridad, ahora bien, no podemos olvidar que la beneficencia está basada en el simple altruismo o generosidad del benefactor, este carácter altruista implica discrecionalidad de la ayuda solicitada, continuando la asistencia sin ser un derecho propio del ciudadano y manteniéndose como una acción graciable.  España asume tardíamente la beneficencia y no es hasta 1849 cuando se decreta la Ley General de Beneficencia.

Edad Contemporánea

A partir de la Revolución Francesa, con la nueva sociedad que surge desde los principios de igualdad, fraternidad y libertad comienza a considerarse al marginado como un ciudadano más con derechos y deberes.  Aparece la Asistencia  Social como segundo sistema de protección social.  El Estado empieza a ocuparse de los problemas de los pobres y marginados como una obligación inherente a su propia concepción y no como una tarea residual.  Esto provoca que progresivamente se vaya desplazando la acción de la Iglesia – omnipresente hasta ese momento – en beneficio de la acción pública (España no se incorpora a esta forma pública de acción social hasta 1934).  Bien es cierto, que el peso mayoritario de la intervención continua estando en la Iglesia, pero la participación constante de otros sectores supone un salto cualitativo muy importante.

La asistencia social aparece como un conjunto, más o menos sistematizado, de principios, normas y procedimientos para ayudar a individuos, grupos y comunidades, para que satisfagan sus necesidades y resuelvan sus problemas.  La consolidación del concepto de asistencia social es parejo al nacimiento del Estado liberal y a la introducción del capitalismo industrial, y plasma el inicio de la preocupación de los poderes públicos por la acción social.

Nos encontramos en este momento mayoritariamente una acción benéfico-asistencial que da respuesta a necesidades de tipo material de primera necesidad.  No intenta mejorar la situación de amplios sectores marginados, ni cambiar estructuras para que abandonen su marginación.  Es una ayuda puntual, que se presta en un momento concreto y, que no tiene efectos duraderos en el tiempo.  Subyace en el fondo que es algo “natural” en la sociedad la existencia de desigualdades sociales; tienen que existir ricos y pobres y sólo se pensaba en hacer en un momento determinado más llevadera su vida.  La marginación era una cuestión de fuerza de voluntad, si uno tenía la suficiente podía salir de su situación, sin embargo en el fondo estaban “contentos” con su vida miserable y no querían integrarse en el modo de vida “decente y burgués” ya que les era mucho más cómodo el modo de vida que llevaban.  Por ello, estas ayudas eran graciables, dependían de la bondad de quien las ofrecía – bien sea particular o institución – y, por tanto, podían ser retiradas a voluntad.  Como consideran que la marginación y la pobreza son una situación inevitable y que siempre existirá, ya que depende de cuestiones personales, no ataca a los factores que la provocan, sino sólo sus síntomas visibles, dando soluciones individuales y personales a problemas estructurales.  Se pretende en definitiva mantener a las masas de pobres en un nivel mínimo de subsistencia que permita su utilización como mano de obra y que preserve a la Sociedad y al Estado de los elementos no deseables.

El desarrollo industrial de la segunda mitad del XIX provoca un agravamiento de la marginación, sobre todo en los cinturones de las grandes ciudades, producto de una industrialización vertiginosa y de una inmigración masiva sin la más mínima planificación.  Se produce un crecimiento incontrolado de las urbes, que se rodean de grandes cinturones de miseria.  Podemos considerar la intervención en este periodo como filantrópico-asistencial.  El protagonista de la acción pasa a ser esa potente burguesía que cada vez crece más en las grandes ciudades a consecuencia del desarrollo industrial.  Sus acciones mezclan por una parte unos objetivos religiosos y por otra una defensa, no siempre consciente, del propio estilo de vida burgués.  Sus acciones continuaban profundamente enraizadas en motivaciones cristianas y tenían como objetivo fundamental “… comprarse una evaluación más favorable en el cielo…” ya que no se veía al marginado como una persona con necesidades, sino como: “…un objeto necesario para que los ricos hagan méritos” (Simmell 1923)[5].

La filantropía es un espíritu de buena voluntad activa hacia los semejantes, basado en la idea y el sentimiento de fraternidad humana,  Es una forma laica y más racional de la caridad cristiana.  Se expresa en acciones realizadas para fomentar el bienestar, no socorriendo individualmente a los necesitados, sino mejorando su situación por medio de medidas de alcance general, especialmente a través de instituciones benéficas (Sala, 1994)[6].  Se interesan, cada vez más, por la persona como tal y, se intenta mejorar su situación, no sólo mediante limosnas y donativos, canalizados a través de instituciones religiosas, sino creando asociaciones filantrópicas, más duraderas en el tiempo y sin dependencia religiosa.  Estas asociaciones filantrópicas crean colegios, orfanatos, comedores, etc.  Gran parte de estas estructuras, creadas al final del XIX fueron recogidas por la Administración y han sentado las bases de la política de asistencia social en España.

Sin embargo no debemos engañarnos, este interés social se basaba no sólo en un altruismo desinteresado, sino como plantea Pratt (Pratt, 1983)[7]“… esa filantropía requiere que la persona beneficiada debe llevar una vida buena, lo que significa en un análisis final, que este dispuesta a aceptar el modo de vida burgués, aunque solo como ideal al que nunca podrá acceder.  Así la filantropía es una especie de control moral… en ultimo extremo el apoyo material es un medio de combatir el desorden moral”.

En definitiva, es un medio de control y de asegurar la dependencia de aquellos a los que se da asistencia, se espera, por tanto, que la persona que recibe la asistencia desarrolle un comportamiento adaptado a las normas y valores de la clase media benefactora, sin tener acceso a la situación de privilegio del grupo social que le es puesto como referencia, como modelo a alcanzar pero… inalcanzable.  Por el contrario, si el sujeto que recibe asistencia desarrolla un comportamiento que no sigue aquel que le es puesto como modelo a imitar, dejará de recibir asistencia y se tomarán medias represivas para reconducir su comportamiento.

A pesar de sus limitaciones, este tipo de acciones palió en alguna medida el abandono y miseria que sufrían grandes sectores de  población.  Estas actuaciones deben contextualizarse en una determinada situación histórica y sus aportaciones sin duda fueron importantes en su momento.  Es cierto que su filosofía hoy no es aceptable, pero sin embargo, sirvió para humanizar la situación de grupos marginados, aunque sin atacar las raíces de sus problemas.  No podemos olvidar que “ese afán de intervención de los grupos sociales dominantes sobre el pauperismo constituye el fundamento que explica que la caridad, la beneficencia y la asistencia se configurasen históricamente como instrumento de control social, esto es, como un medio más para reforzar los intereses de los grupos dominantes a fin de evitar los riesgos que podían representar los menos favorecidos” (Vinyes, 1996)[8].

¿Hacia el Estado de Bienestar?

Progresivamente se va produciendo un cambio cualitativo importante, paulatinamente comienzan ha aparecer valores de solidaridad.  Esto propicia un cambio significativo en las diferentes formas de acción, como manifiesta Peces Barba: “La caridad producía beneficencia y la solidaridad produce servicios sociales”(Peces Barba 1991).[9]  Este cambio de la caridad a la solidaridad, de la beneficencia a los servicios sociales es fundamental en la evolución histórica de la atención a los ciudadanos.  Para concretar más los términos podemos definir solidaridad como “El reconocimiento práctico de la obligación natural que tienen los individuos y los grupos humanos de contribuir al bienestar de los que tienen que ver con ellos, especialmente de los que tienen mayor necesidad” (Sebastián, 1996)[10]

Además de los sistemas públicos, la iniciativa social del movimiento obrero, genera una forma propia de protección social para los trabajadores, basada en el principio de previsión social frente a los riesgos de enfermedad, paro, invalidez, etc.  Surgen así los seguros sociales, y con ellos, posteriormente, el Sistema de Seguridad Social.  La primera manifestación reconocida de la Seguridad Social se produce en la Alemania de Bismarck con el inicio de los seguros sociales en 1881.  La Seguridad Social de tipo contributivo se sitúa en paralelo a la beneficencia.  Por un lado, nos encontramos a los pobres y marginados atendidos por la beneficencia; por otro los trabajadores protegidos por la seguridad social.

El tránsito de una seguridad social para los trabajadores, a una seguridad social para todos los ciudadanos se configura con la consolidación del Estado de Bienestar.  Los derechos de seguridad social, es decir, las pensiones, la sanidad, el desempleo, junto a los servicios sociales, el derecho a la educación, la cultura y otros servicios públicos aplicados horizontalmente al conjunto de los ciudadanos y no sólo a los trabajadores, definirán la política de bienestar social como sello de identidad de las democracias europeas más avanzadas.

Características generales del Estado de Bienestar

Se considera que todos los ciudadanos tienen los mismos derechos a lograr unas determinadas cotas de bienestar, por ello, cuando existen colectivos que no pueden acceder a esas cotas, se ponen en marcha mecanismos correctores que tratan de solucionar esta situación.  Se interviene para modificar el medio social y mejorar las condiciones de vida que resultan negativas o perjudiciales para determinados grupos humanos.  No sólo se actúa sobre las necesidades, sino sobre todos aquellos aspectos que las generan.  Son acciones que pretenden hacer realidad el bienestar social poniendo en marcha una acción transformadora, de un modo sistemático y técnico.  Se asume que son problemas sociales y por tanto afectan a grupos y comunidades, su forma de actuación es macrosocial.  También considera que es fundamental la participación activa de los ciudadanos.

Las preocupaciones de los Estados en torno al bienestar social se centran en:

  • Actuaciones generales, tendentes a conseguir un impacto global, que mejore la situación colectiva en el empleo, recursos disponibles, distribución de los recursos, etc.
  • Actuaciones específicas dirigidas:
    • Resolver determinados problemas concretos (pobreza, paro…).
    • Organizar la satisfacción de determinadas necesidades (educación, vivienda, sanidad, información…).
    • Atender a los colectivos de población en razón de su edad, sexo, etnia, situación laboral, minusvalía.
    •  Incidir en determinados ámbitos territoriales (barrios, pueblos comunidades).

Los problemas sociales de cada colectivo discriminado socialmente serán desarrollados como programas de bienestar social con medidas normalizadoras.  Se inicia un proceso de superación de políticas sociales marginales, cuyos antecesores gremiales generaron en unos casos una sobreprotección paternalista y en otros una marginación institucionalizada.  Con la política de bienestar social se desarrollan los principios de prevención, promoción de la autonomía personal e integración social, con medidas de acción positiva para la igualdad de oportunidades.

TRES PASOS EN LA EVOLUCIÓN DE LA ACCIÓN SOCIAL[11].
1.-Paso de la acción puntual a la acción continua y ordenada:
Es la evolución de la beneficencia a la asistencia social.
De la visión aristocrática a la burguesa.
De la intervención desde instancias exclusivamente religiosas a la progresiva secularización.
De la pareja aristócrata-pobre a la de burgués-obrero.
2.-Paso de la acción continua a la acción sistemática institucionalizada:
De la asistencia social al servicio social.
De la visión burguesa decimonónica al reconocimiento democrático de los derechos sociales por parte del Estado.
De la pareja burgués-obrero al usuario de cualquier clase social.
3.-Paso de la acción sistemática institucionalizada a la acción transformadora y participativa, integral e integrada en el resto de las acciones:
Del servicio social al trabajo social.
De la acción compensatoria del Estado democrático a una concepción de intervención social participativa.
De la figura del usuario a la del ciudadano.

[1]CASADO, DEMETRIO Y GUILLEN, ENCARNA: «Los servicios sociales en perspectiva histórica» en <<Los servicios sociales>>.  Documentación Social nº 64, Madrid 1986.

[2]El concepto de hospital en este periodo no se corresponde con el actual, haciendo más bien referencia a un centro donde se acoge a todo tipo de persona marginada y necesitada.

[3]LOPEZ ALONSO, CARMEN:  “Memoria Introductoria” en <<Cuatro siglos de acción social de la beneficencia al bienestar social. Seminario de historia de la acción social>>.  Editorial Siglo XXI. Madrid 1986.

[4]HERAS, PATROCINIO DE LAS: «De la beneficencia al bienestar social: cuatro siglos de acción social», en <<La Cruz Roja en el bienestar social.  Encuentro de las Sociedades Iberoamericanas, sub-región II>>.  Cruz Roja Española, Madrid 1985.

[5]Tomado de JESÚS VALVERDE MOLINA, «El Proceso de Inadaptación Social», Editorial Popular, Madrid 1988.

[6] SALA  PRAT, GAITETA: “El negocio de la pobreza”. APPIS, Barcelona 1994.

[7]PRATT, A: «Los salvadores del niño o la invención de la delincuencia». Siglo XXI, 1983.

[8] VINYES, RICARD: “Aproximación histórica a las asociaciones de carácter no lucrativo en el ámbito de los servicios sociales” en Rodríguez Cabrero, Gregorio y Cordorniú, Julia Monserrat (Coor.) <<Las entidades voluntarias en España. Institucionalización, estructura económica y desarrollo asociativo>> Ministerio de Asuntos Sociales, Madrid 1996.

[9]PECES BARBA: «Humanitarismo y Solidaridad Social», en <<Las entidades no lucrativas de carácter social y humanitario>>. Colección Solidaridad Nº1. Fundación ONCE. Madrid 1991.

[10] DE SEBASTIAN, LUIS: «La solidaridad: Guardián de mi hermano».  Ariel, Barcelona 1996

[11]Cuadro elaborado a partir de LAMA, JOSE MARIA: «Metodología de la acción voluntaria». Cuadernos de la Plataforma.  Colección la Acción Voluntaria.  Madrid 1990.

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